Soy el padre de Annaliza una joven de 20 años de un gran corazón, brillante y asombrosa concordancia con el dolor ajeno, desdichadamente, esa correlación no la transformaba de manera acertada para sí misma, Annita partió de su propia mano el 09 de marzo del 2011, luego de tomarse al menos 70 pastillas de gran toxicidad, mismas le provocaron un coma profundo. Despertó al tercer día en la UCI con serios daños en varios de sus órganos internos, a pesar de ello batalló por su vida como nunca antes e incluso tuvimos tiempo para decirnos cuanto nos amábamos, pero a la semana su corazón no soporto más. Teníamos una relación padre-hija en extremo distinguida y representativa…
El Garrotazo Inicial……..¿Qué pasó cuando murió Annita? Al morir mi amada hija se deshicieron esperanzas, proyectos, anhelos, sueños, ilusión de vida, perdí el trabajo, mi autoestima cayó a su más bajo nivel, también, me hizo deliberar sobre mi sistema de creencias y valores. Mi vida quedó desamparada y sin sentido. Yo profesaba que los hijos sobreviven a los padres, lo antinatural es que mi hija se haya ido antes que yo. Existo hoy en día, desmembrado en un millón de fragmentos, oportunamente iré acoplando las piezas que perduren, para irme reinventando paulatinamente en la medida de mis posibilidades, a sabiendas que una gran parte de mí ha muerto, se ha ido con ella para siempre. No hay palabras que me hayan mencionado, ni gestos conferidos, ni abrazos albergados, que atenúen este gran desfallecimiento. Me desmantelé emocionalmente, de pronto me encontré inmerso en la más sombría y honda crisis existencial. Familiares, amigos, conocidos, entro otros, no logran concebir lo que estamos viviendo. En los iniciales y posteriores encuentros familiares se evitó a toda costa referirse a Annaliza. Paulatinamente, sin ton ni son nos quedamos solos. Me tropiezo deambulando a través del valle de las tinieblas, donde la conmoción del estacazo que la muerte acarreó consigo y sitúo a mis pies. La impotencia, mi humanidad expuesta ante tanto dolor, arrastrado, expuesto por mi miseria humana, calcinado por el fuego de la vida y relegado a los lugares más recónditos de mi alma con la marcha de mi amada hija. Una desazón inacabable incinera mi ya frágil estabilidad emocional. Estoy en la brega del tratar de instaurar algo que le dé sentido nuevamente a mi vida, balbuciendo su nombre incesantemente, indescifrable calamidad que no da tregua alguna, desgarrado y turbado como estoy, batallo por apoyarme y amarme como ella lo hacía cuando estaba a mi lado!
La pérdida de Annita, afectó todo precedente escalafón de valores, creencias personales, culturales, experimentadas a través del tiempo y espacio. La muerte se traza bajo la percepción humana como “el fin de todo”. Su trascendental significado está calado de un desconsuelo de épicas proporciones. El dolor sufrido por la partida de Annita ha estado personalizado por una consternación indefinible; y por si fuera poco, esté no viene solo, trae consigo una soledad que sobrepasa todo intelecto humano; a través de un silencio sepulcral que deja estupefacto hasta el más apto… A resumidas cuentas, quedé al borde del despeñadero, sin que decir, ni que hacer! ¿Qué es lo que aún me sujeta a esta vida?, mis restantes hijos Esteban, Francisco, José Julián, mi esposa Vivian y mi madre Anabelle, el gran amor de Annita, su fortaleza, su espíritu incaudicable e incluso sus tribulaciones e infortunios, sus sueños truncados, sus inalterables y vastos recuerdos, son el puntal de lo que ha quedado de esta carcasa ¡YO!.. . Heme aquí, escribiendo estas palabras, coexistiendo de la mano de una descomunal desolación a través de su súbita retirada, siento como si mi corazón haya sido extirpado y cercenado. Este tsunami de épicas proporciones encajó espinas de dolor y desgracia en lo más hondo de mis entrañas. Mis tenues ímpetus sollozan, menguan y se desangran lentamente sin futuro, sin metas, no tengo idea de qué hacer, ni para dónde ir, como subsistiré sin ella. Mi requerimiento primordial es trascender su legado, debo apelar a no limitar arresto alguno tanto, emocional, espiritual y cualquier otro proceder que me presente este nuevo transitar. Para germinar desde las entrañas de la oscuridad, la rabia, el miedo, la culpa, así ser apto de transmutar en amor, esperanza y fe todas las palabras y acciones que emprenda en mi diario vivir. ¡Así es como ella lo hubiera querido!
Poco tiempo después, al pasar los días, voy avanzando en la senda de ese álgido subterráneo, cada vez más tenebroso y sórdido en que me hayo. Ante la torturante realidad de la muerte de mi amada niña. Hoy plasmo que en el acontecer de la vida, el ser humano se va topando con hechos categóricos que le dejan, por un lado atónito, y por otro lo estremecen, y con qué severidad la vida le revela tan adversa representación, misma que se nos amplifica en vivo y a todo color, con una periodicidad abrumadora con el pasar del tiempo. En donde, te hacen circunscribir tu entorno familiar a través de un antes y un después.
(José, 48 años, Costa Rica)